domingo, 1 de septiembre de 2013

Paseo por Albacete (I)

Portada del Casino Primitivo. Julio Carrilero Prat, arquitecto. 1927.
Sí, un paseo por Albacete. ¿Suena raro? Pues quizá no lo sea tanto. Albacete tiene ganada una injusta fama de ciudad anodina, de paso, sin nada interesante que ofrecer al margen de proveerse de navajas de buena calidad y deliciosos quesos. Pero nada más lejos de la realidad. Albacete es una ciudad relativamente nueva, sin monumentos de relevancia, pero que conserva buenas muestras de arquitectura de principios del siglo XX, cuando la localidad, aprovechando su situación estratégica entre Madrid, Valencia, Murcia y Alicante, conoce el surgimiento de una industria de base agraria y un desarrollo comercial sin precedentes que, con los típicos altibajos de posguerra, puede decirse que continúa hasta la actualidad.

Bien es verdad que, como todas las ciudades que han conocido cierta pujanza, los años sesenta y setenta en Albacete acabaron con notables muestras de la Arquitectura local, que fueron sustituidas por bloques de viviendas o de oficinas sin mayor atractivo que el de su propia funcionalidad, pero que arruinaron para siempre la hasta entonces cuidada escala del centro de la ciudad manchega, consolidada a partir de los años 20 por un puñado de arquitectos, que se moverán entre el eclecticismo de influencia francesa, el casticismo y el modernismo, y entre los que podemos destacar a Julio Carrilero, Daniel Rubio o Miguel Ortiz e Iribas.

Albacete es hoy día una ciudad de unos 170.000 habitantes, la más poblada de Castilla-La Mancha. Ciudad cómoda para vivir, bien comunicada y con una gran oferta comercial y de servicios. Su centro neurálgico sigue estando hoy, como hace cien años, en la castiza plaza del Altozano, y de ella partiremos en nuestro paseo, descendiendo por la calle Ancha, antiguo Val General y hoy espina comercial de la ciudad. Comienza a formarse tal como la conocemos en las primeras décadas del siglo XX, cuando se la dota de un sistema de alcantarillado eficaz para canalizar las escorrentías y se amplía su sección, pasando a convertirse en la principal vía urbana en detrimento de las hasta entonces más importantes Mayor o Tinte, perpendiculares a ella en su punto medio. La calle Ancha (así denominada popularmente) abarca dos denominaciones diferentes: Marqués de Molins entre el Altozano y la calle Mayor y Tesifonte Gallego desde ésta hasta el parque de Abelardo Sánchez. 

Las fachadas a Marqués de Molins fueron las últimas en construirse, bien entrada la tercera década del siglo pasado, por ello la altura de sus edificios es mayor que en su prolongación, Tesifonte Gallego, a pesar de que ésta última es algo más ancha. Es evidente que, con las sustituciones edilicias del último tercio del siglo XX, esta característica se ha difuminado al haberse aumentado la densidad de forma ostensible en todo este eje urbano.

En cualquier caso el paseo se hace interesante entre las numerosas construcciones de valor que todavía persisten. Vamos con ellas. El paseo de hoy nos llevará desde el Gran Hotel del Altozano hasta el cruce con la calle del Tinte.

El Gran Hotel, situado en la entrada de la calle Marqués de Molins, fue proyectado
por Daniel Rubio en 1915, en lenguaje modernista. No obstante sus fachadas han
perdido a lo largo del tiempo gran parte de sus detalles ornamentales.

Detalle de una de las ventanas geminadas de la última planta del Gran Hotel.

Cúpula esquinera recubierta de teja vidriada azul y perforada por linterna, en
el chaflán del Gran Hotel.

A partir de aquí diversos estilos se suceden en Marqués de Molins, como
esta severa fachada clasicista del Colegio Notarial, obra de Julio Carrilero Prat
y Manuel Muñoz (1923).

Este edificio de viviendas fue proyectado por Miguel Ortiz en 1922,
por encargo de Alberto Sanz. Composición simétrica, dividida
en tres calles verticales. Ecos modernistas en las labores de forja.

En los años 30 el lenguaje evoluciona hacia modelos más depurados.
Estas viviendas para Fulgencio Martínez son obra de Carrilero Prat (1932).

Carrilero había proyectado años antes (1919) este edificio para
Ángel Buendía, del que destaca el esgrafiado que cubre su fachada
y el mirador poligonal de varios pisos situado en un extremo del
alzado.

Llegamos a la esquina con la calle Concepción y ahí encontramos cuatro edificios de notable factura, entre los que destacamos los dos siguientes:

Templete con chapitel cubierto por escamas cerámicas del edificio para
Julia Gómez Alfaro (1926). Ocupado su bajo comercial por la
 Caja de Ahorros de Valencia, más tarde por la CAM y,
ahora, a la espera de nuevo inquilino.

Este edficio forma pareja con su vecino, también proyectado por Julio Carrilero
tres años antes.

El edificio tiene gran desarrollo de fachada a la perpendicular calle Concepción,
donde su fachada responde a un esquema simétrico, jerarquizando los huecos
mediante pilastras. Una potente cornisa a la manera dórica separa el entresuelo
comercial de las plantas de piso. Se reserva la primera planta para vivienda principal,
quedando las restantes dispuestas para su alquiler.

Conjunto que forman los dos edificios. El de Banesto, para Juan López, obra
de Carrilero y Muñoz en 1923, retoma modelos clasicistas a la manera francesa,
con profusión de molduras, columnas, pilastras y diversidad de recursos empleados
de forma un tanto abigarrada.

Destacan los miradores forjados entre parejas de columnas a la manera dórica.
Los huecos aquí también se jerarquizan mediante el empleo de pilastras y frontones.

La fachada a la calle Concepción, de mayor simplicidad, se encuentra
dividida por pilastras lisas con capiteles jónicos que soportan una cornisa
quebrada sobre la que se asientan los dos últimos pisos.

Detalle de los dos últimos pisos de la casa para Juan López. El último de ellos
con su fachada perforada por óculos.

Fachada a Marqués de Molins, con baja y entresuelo comerciales y cuatro
plantas para viviendas. A destacar la amplia galería central acristalada entre
pilastras jónicas y el remate con una amplia ventana termal.

Contigua a la casa de Juan López nos encontramos con otro gran edificio de viviendas en esquina con la calle Mayor, las casas de José Cabot.

Casa de José Cabot. Miguel Ortiz e Iribas, 1922. Cúpula de tejas
vidriadas azules, nuevamente, sobre el chaflán, resuelto con cubillo.

Detalle de la esquina. Mirador, balcón y cúpula sobre tambor.

Remate del eje de simetría de la fachada principal a Marqués de Molins.

Fachada principal a Marqués de Molins. La estructura metálica, aunque revestida de
piedra, es patente al exterior por la integración de amplios huecos que sólo son posibles
con este sistema constructivo. La simetría es la característica dominante, enfatizada por
un cuerpo de miradores superpuesto que avanza del plano de fachada.

Frente al edificio anterior, destaca uno de los escasos inmuebles racionalistas de Castilla-La Mancha, y desde luego el más interesante, el edificio Legorburo.

Rótulo corporativo de la antigua ferreteria. El comercio permanece vacío a la espera de
inquilino. Numerosas franquicias estuvieron interesadas en el mismo, sin que fructificaran
las negociaciones, al parecer, por la restricción municipal para hacer obras en su interior.
Se trata de un edificio catalogado.

El edificio Legorburo, a caballo entre el expresionismo de raíz alemana y el art decó perceptible
en sus detalles decorativos, es obra de Baldomero Pérez Villena y José Luis García Pellicer. Aunque
se proyectó en 1932, su construcción finalizó bien entrada la década de los cuarenta.
Llegados a este punto de la calle Ancha en su confluencia con la calle Mayor (las conocidas como "Cuatro Esquinas") su denominación oficial pasa a ser Tesifonte Gallego. Y paralelo a esta vía, conectando asimismo las calles Mayor y Tinte, encontramos el Pasaje de Lodares, característica galería comercial cubierta proyectada por el arquitecto valenciano Buenaventura Ferrando Castells en 1926 por encargo de Gabriel Lodares.

Fachada del Pasaje a la calle del Tinte. La entrada al mismo se
realiza por el acceso central, protegido por cancela metálica.

Detalle de uno de los miradores poligonales, abalaustrados y soportados
por columnas entorchadas con capiteles corintios.


El Pasaje organiza viviendas en los pisos superiores y comercios
en las plantas bajas.

Miradores hacia el interior del pasaje y cubierta ferrovítrea.

Cancela de acceso al pasaje desde la calle Mayor. Al fondo,
la salida a la calle del Tinte.

Acceso a uno de los comercios del pasaje, flanqueado por sendas columnas
de capiteles jónicos.

Finalmente, volviendo a la esquina de la calle Ancha con la del Tinte, se encuentra situado este edificio de inspiración casticista en sus esgrafiados y aleros de cubierta, proyectado por Julio Carrilero y Manuel Muñoz en 1922 para Filiberto Cano, y hoy ocupado por BBVA.

Es un edificio de aspecto macizo, con un mirador prácticamente
enrasado a fachada en el chaflán que sirve de base al balcón
de la segunda planta. Huecos jerarquizados, adintelados o con
arcos de medio punto.

En la fachada a Tesifonte Gallego, el acceso principal se remarca
con la inclusión de un mirador cóncavo entre pilastras al que se
superpone un balconcillo recercado por moldura de amplio desarrollo
y dovelaje radial rematada por flameros laterales y pináculos.



Aquí finaliza nuestro primer paseo por el centro de Albacete. Os espero en la próxima.

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